Alfred Flechtheim: Figura fundamental de la cultura y el arte del siglo XX

Surge como coleccionista y galerista

Alfred Flechtheim nació en 1878, en el seno de una familia judía de Westfalia (Alemania) dedicada al comercio del trigo desde hacía dos generaciones. Flechtheim trabajó en la empresa familiar desde muy temprana edad y seguramente se proyectaba que asumiría el mando del negocio. Se instruyó en materias pertinentes, tales como contabilidad e idiomas, pero albergaba una verdadera e impetuosa atracción por el arte, que él mismo calificó como pasión irracionalmente arrebatadora.

Su desempeño en el negocio familiar implicaba viajar por Europa, lo que le permitió ahondar en su pasión por el arte. Numerosos periplos, especialmente por París, adiestraron y refinaron sus gustos y conocimientos en la materia y, además, le permitió adquirir amistades en círculos de artistas, mecenas y mercaderes. Estas redes sociales dentro del mundo del arte constituyeron una extraordinaria base de apoyo, más adelante, cuando decidió abandonar la empresa familiar y comenzar como galerista de arte, en 1910.

Sin embargo, cabe anotar que Flechtheim había adquirido obras de arte para su colección personal desde tiempo atrás, que incluían piezas de artistas como Van Gogh y Gauguin. Por consiguiente, la apertura de la epónima Galería Flechtheim de Dusseldorf, en el otoño de 1913, no debe entenderse como quiebre súbito o arrebato excéntrico en su trayectoria, sino más bien como la consolidación y exteriorización profesional de una pasión y conocimiento que venía arando por años.

Entre sus más estrechas amistadas se destacan los influyentes galeristas Paul Cassirer y Daniel-Henry Kahnweiler, personalidades cautivadoras que también aguardan merecidos miramientos históricos. Estos hombres, también judeo-alemanes, habían abierto galerías en Francia tan solo unos años antes que Flechtheim, en 1898 y 1907, respectivamente. Ambos, pero principalmente Kahnweiler, fungieron como soportes, mentores y colaboradores fundamentales para Flechtheim a lo largo de su carrera (Cassirer, lamentablemente, se suicidó en 1926).

A Kahnweiler y Flechtheim los vinculaba una pasión enorme por el cubismo, que los llevó a establecer acuerdos de colaboración y representación recíproca de artistas. Ambos, por separado y en conjunto, fueron instrumentales en el reconocimiento y promoción de figuras como Pablo Picasso, Fernand Léger y Juan Gris. Me parece francamente admirable y ejemplar que estos dos galeristas usaran sus intereses traslapados no como fuente de pendencia y enfrentamiento, sino como motor para la cooperación y la creatividad.

De igual manera, el desempeño de Flechtheim como representante de artistas alemanes, tales como Karl Hofer y Hannz Bolz, también obedecía a las amistadas que había establecido con ellos tempranamente cuando frecuentaban el Café du Dôme, en París. (La Galería Flechtheim, representante exclusiva de Hofer, exhibió su obra casi anualmente entre 1919 y 1933.)

El año 1910 también fue la fecha en que Flechtheim, un hombre homosexual, contrajo matrimono con Bertha Beti Goldschmidt, una joven judía. Se dice que las nupcias fueron azuzadas por los padres de Flechtheim para acallar las habladurías con respecto a la orientación sexual de su hijo. Hay que recordar que en la Europa de los siglos xix y xx imperaban las leyes y/o la intolerancia contra la homosexualidad, incluyéndose la Alemania de la República de Weimar. Esta, a pesar de sus afamados ámbitos artísticos y teatrales donde había cabida chic para la pluralidad sexual y de género, también criminalizaba la homosexualidad. La orientación sexual de Flechtheim, se dice, fue un secreto abierto en su adultez, pero jamás constatado públicamente.

Sobra decir que una incompatibilidad tan fundamental como la orientación sexual garantizaba el estallido de crisis matrimoniales entre Flechtheim y Goldschmidt, algunas descritas por el periodista alemán Florian Illies en su libro 1913: El año antes de la tormenta. Este describe celos y riñas entre Flechtheim y su esposa, donde se lanzaban amenazas de posibilidad del divorcio, e incluso del suicidio.

Además, la inclinación por el riesgo financiero de Flechtheim fue un agravante de la discordia matrimonial. Flechtheim utilizó la dote de Goldschmidt para la adquisición de obras de arte durante su luna de miel en París, lo que comprensiblemente escandalizó a su suegro, como opina Florian Illies: ¿Quién podía predecir si aquellas adquisiciones se valorizarían con el tiempo? El señor Goldschmidt logró una separación retroactiva de bienes. Por una parte, este incidente podría servir para tildarlo de temerario y egoísta, pero por otra también ilustra la intuición artística requerida por un buen galerista. Fuera lo que fuese, la pareja de alguna manera consiguió forjar un tipo de modus vivendi: aceptación mutua y colaboración.

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