Alfred Flechtheim: Figura fundamental de la cultura y el arte del siglo XX

Judío y homosexual: perspectiva vanguardista

Aquí llegamos al meollo de la cuestión, es decir, al porqué de mi curiosidad por la figura de Flechtheim, el aliciente que me llevó a averiguar más acerca de su vida. No dejaban de ondear por mi cabeza los múltiples retratos fotográficos de Flechtheim que a mi parecer deben ser incluidos como representaciones artísticas del mecenas, a la par de las anteriormente mencionadas pinturas y escultura. Curiosamente, también hay poca información disponible acerca de los fotógrafos que las tomaron, tales como Jacob Hilsdorf, Frieda Riess y Lili Baruch.

Estas fotografías, sostengo, comunican la alta valoración que Flechtheim daba a la fotografía como soporte y medio artístico. Por otra parte, casi todas de perfil, las fotografías muestran algo más profundo en la relación de Flechtheim consigo mismo y su físico que, a su vez, está ligado a la acogida que daba a la amplitud de visiones artísticas y de concepciones estéticas.

Hemos establecido que Flechtheim, como tantos otros pioneros y partícipes en disciplinas artísticas y científicas del siglo xix, era judío (en el sentido étnico-social y no religioso). También era homosexual.  Como categorías sociales, el judío y el homosexual, por separado y más aun en conjunto, conllevaban en el siglo xix y xx un entramado social y discursivo de pertenencia y exclusión.

Ambas categorías, lo judío y lo homosexual, eran consideradas ajenas al emergente concepto del Estado-nación cuya impronta narrativa privilegiaba al patriarcado y a los derivados culturales cristianos. No es coincidencia que la narrativa del Estado-nación surgiera al mismo tiempo que la patologización de la homosexualidad y la racialización del judío, en el siglo xix.

Por lo tanto, el ser judío y la homosexualidad eran categorías que, frente al imaginario identitario del Estado-nación, oscilaban desde lo meramente problemático hasta lo aberrante y abominable. Para muchos judíos, homosexuales y otras personas de identidad marginal, el manejo psicológico y social entre periferia y centro suscitó perspicacia analítica, valentía intelectual y actitudes despreocupadas o contestatarias ante normas intelectuales conservadoras, cánones estéticos normativos y marcos sociales excluyentes.

Lo judío y lo homosexual también podía traslapar en el imaginario nacional como categorías sospechosas, poco viriles y afeminadas; es decir, antitéticas a lo planteado como germano o francés, entre otros.

Ante estas dinámicas, no resulta desmesurado conjeturar que Flechtheim lidió con cuestionamientos identitarios y de pertenencia, en su niñez y adolescencia, que agudizaron su capacidad de discernimiento más allá de lo normativo, lo prescrito y lo conformista.

Flechtheim no solo era judío, sino que su físico reflejaba un arquetipo marcadamente judeo-ashkenazí, que no se ajustaba a los cánones de la belleza anglosajona. Este arquetipo físico judío, a medida que el antisemitismo calaba en las sociedades europeas, fue cada vez más blanco de mofa y de caricaturización malévola.

Pero el ahínco con que Flechtheim enfatizaba y permitía que otros enfatizaran sus distintivas facciones en las fotografías señalan, creo yo, curiosidad e interés en los físicos humanos como inherente reflejo o extensión de su fascinación con el arte vanguardista. Es decir, Flechtheim acogió su rostro como propuesta estética alternativa tal como hacía con las estéticas del cubismo, expresionismo y el llamado arte primitivista (entre otros).

En resumen, creo que las fotografías de Flechtheim insinuaban una embronaria política identitaria pluralista que maduraría política y discursivamente tres décadas más tarde en los Estados Unidos, durante los años 60.

El consabido zeitgeist (el espíritu del tiempo) de aquellos años fue generado a través de luchas interseccionales por los derechos cívicos y políticos de los afroamericanos, las mujeres y las poblaciones lgbt (lesbianas, gays, bisexuales y transexuales). Como corolario, surgieron esfuerzos por crear una nueva conciencia y valoración de la estética y belleza afroamericana, expresados sucintamente bajo la famosa consigna Black is beautiful.

Es en este contexto de lucha y debate por la diversidad que debemos dimensionar una interesante serie de fotos de la época en que la cantante Barbra Streisand, al igual que Flechtheim, repetidamente enfatiza su arquetipo judeo-ashkenazí de nariz pronunciada, labios carnosos y cabello enrulado (el parecido físico entre la actriz y el mecenas del arte es asombroso).

Flechtheim Foto 1, Foto 2, Foto 3, Foto 4.

Streisand Foto 1, Foto 2, Foto 3.

Streisand, por medio de estas fotos, accedía a la conversación acerca de la normatividad y supremacía otorgada al ideal anglosajón de pelo lacio y narices respingadas. Muchas mujeres judías de la generación de Streisand con frecuencia recurrían a la rinoplastia para alterar sus facciones. Por medio de estas fotografías, Streisand formó parte de un movimiento en pos de la ampliación y aceptación de otros tipos de estéticas y bellezas. Sin embargo, es importante resaltar que la otredad principal en los Estados Unidos siempre ha sido encarnada por las poblaciones negras, mientras que en Europa lo eran los judíos. El arquetipo ashkenazí, junto con otras fisionomías como la asiática o la armenia, han ocupado un área gris en el espectro racial blanco-negro de los Estados Unidos.

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